miércoles, 26 de octubre de 2011

Democracia a la Locke

A raíz del discurso de Carrió, luego de su estrepitosa derrota y casi “desaparición” política, y sobretodo por los comentarios de algunos periodistas y/o ignotos comentaristas, me surgieron determinadas reflexiones.  Si bien el personaje no es de mi agrado, debo reconocerle, a lo largo del tiempo, cierta coherencia manifestada en su discurso. Su discurso llamando a ser la “resistencia” al kirchnerismo coincide con lo que viene pregonando hace bastante tiempo sobre el régimen K. No sería lógico que Carrió, que despotrico a diestra y siniestra contra el gobierno, ahora se pliegue a el. ¿Porque pretendemos que un derrotado se pliegue a la mayoría, aún cuando esa mayoría no lo representa?; ¿Porque pretendemos que el derrotado baje sus banderas, buenas o malas, simplemente porque una mayoría se ha expedido en su contra?. Es como si buscásemos la uniformidad o la homogeneidad. Si yo creo que este gobierno hace todo mal, lo digo y lo grito, me presento a elecciones y saco el 0,7%, ¿implica que tengo que callarme y convencerme que el equivocado soy yo?. Es un pensamiento raro y peligroso el manifestado por algunos sectores de la sociedad criticando el discurso de Carrió.
 
Sería bueno y saludable que tengamos una visión de las elecciones democráticas siguiendo a  Locke y alejándonos de Rousseau. Para Locke, el “partido” que gana solo encarna un “momento” reversible del humor popular compuesto de millones de decisiones individuales. Sin embargo, y en contraste, para Rousseau, los individuos, al votar, tratan de interpretar lo que quiere la “voluntad general” y, si quedan ligados a la derrota es que se han equivocado y deben arrepentirse de inmediato, para que a través de su arrepentimiento se restablezca la unanimidad. De esta manera, si el voto según Locke es la manifestación de una mayoría circunstancial y reversible, el voto según Rousseau equivale a un plebiscito donde se pronuncia el pueblo como tal.
 
Reitero, al margen de simpatías personales, que no las tengo con Carrió, es como si le pidiésemos a la izquierda que hable bien del capitalismo solo, y simplemente, porque fue ampliamente derrotada en las elecciones. Todo lo contrario, hace a la democracia que sostengan sus banderas o su “supuesta” resistencia y será la gente la que el día de mañana les vuelva a otorgar una baja producción electoral o contrariamente, escuche esa voz y se vuelque hacia allí. De escuchar múltiples voces se trata y no de que las grandes mayorías se arroguen las verdades relativas y las transformen en absolutas porque, según Locke, la mayoría no es inamovible sino que es un momento “circunstancial” pasible de ser modificado.