jueves, 18 de noviembre de 2010

Profundizar el modelo

Para profundizar el modelo seguramente primero habría que definirlo y más allá de frases hechas, facilismos, subjetividades, no pareciera haber políticas de estado ni un “modelo” definible. ¿Que es un modelo “nacional y popular”?, ¿Qué significa?, ¿Cómo se construye?. Preguntas que no podré responder yo seguramente sino más bien un acólito kirchnerista. Lamentablemente los que conozco aún no me han podido objetivar estos términos tan bonitos y electorales. Sin embargo me voy a permitir analizar el modelo desde una base puramente objetiva y comparativa. Al inicio de la instauración del modelo estábamos emparentados con nuestro vecino Brasil, ellos también salían de una crisis importante (con devaluación del real incluída), y sus indicadores eran similares (algunos mejores, otros peores) a los nuestros. Sin embargo, nuestro modelo, a pesar del crecimiento, a pesar de las tantas cosas que afirman los kirchneristas que se lograron, también logro algo único en la historia y es trazar una brecha casi inalcanzable con Brasil, nuestro vecino, nuestro socio, nuestro amigo. Ellos se dispararon y se desarrollaron muy por encima nuestro en muy poco tiempo. Habrá quienes argumenten que no es que nosotros hicimos las cosas mal sino que ellos las hicieron muy bien y yo creo que es hipócrita y cínico decir una cosa así. No hacer las cosas al máximo de tus posibilidades es hacer las cosas mal. No lo duden, siempre es así. Profundizar el modelo, ¿significa alejarse aún más de Brasil?. Profundizar tiene que ver, filosóficamente, con fortificar conceptos, por ponerle más empeño o detalle a las cosas o análisis que se hagan. Esa es una idea de profundizar, pero, haciendo de Grondona y analizando la etimología (berreta en mi caso), profundizar me suena a hundimiento. Algo profundo es algo que se encuentra en el fondo, lejos de la superficie, lejos de la realidad, lejos del mundo. Si uno se va muy profundo se aleja de la luz, se acerca a la oscuridad. Resultará exagerado pero creo que cuando nos dicen “profundizar el modelo”, teniendo en cuenta esta visión, no nos están mintiendo en lo más mínimo. Nos están arrastrando al fondo. Esperemos la profundidad del modelo no sea demasiada y que, luego de un tiempo, podamos finalmente llegar a la superficie. Todo depende de cuánto más queramos “profundizar” el modelo.  

miércoles, 17 de noviembre de 2010

De Leopoldo Federico y llorones

Cambalache, este país ya da para todo. No conformes con las peleas en la Cámara de Diputados por el presupuesto, con las luchas internas y externas del kirchnerismo, ahora nos desayunamos con una nueva batalla. Esta vez entre dos tangueros. Uno consagrado y talentoso y otro intelectual, más estudioso del tango que otra cosa. Todo ocurrió porque este último, llamado Néstor Cordero, dio una opinión diciendo que Julio Sosa le había hecho mucho mal al tango. Dijo que lo tergiversó, que el tango es en esencia llorón y que vino a inventar el tango macho. No voy a analizar la veracidad o no de esta aseveración, desconozco de la materia y poco me interesa. Lo que si me llamo la atención fue la respuesta del bandoneonista. Dijo que “o se retracta, o lo expulsan o me voy yo”. Un himno a la tolerancia, a la divergencia, a la diversidad de opiniones. Reitero, no voy a evaluar la certidumbre de la afirmación de Cordero pero pedir la expulsión o forzar su retractación, eso es bien de llorón, de exponente del tango Corderesco si se me permite la licencia. El gran Leopoldo patinó pero mostró su esencia, algunos dirán que es autoritario, que si no piensan como él no merecen compartir la Academia del Tango, que se debe retractar o la muerte, pero no mostró ese autoritarismo del que se lo puede acusar. Mostró ser un fiel exponente del tango que Cordero quiere recuperar, el tango llorón. Aquél tango en que el hombre mostraba debilidad, lloraba, se quejaba y maldecía su suerte. Así se mostró Leopoldo Federico, como un auténtico tanguero, llorón, indefenso e inseguro. Por ello la discusión es estéril, porque Cordero quería más tango llorón y Leopoldo Federico, sin querer queriendo, se lo dio. Todos felices y el mundo sigue girando. Aunque haciendo alarde de mis dotes de futurología pronostico que en las próximas horas saldrá el filósofo Cordero a decir que se lo malinterpretó y que quizo decir otra cosa. Leopoldo aceptará la explicación y ahí el tango seguirá llorando.

martes, 2 de noviembre de 2010

La muerte de Kirchner

Entre sorprendido e impactado recibí la noticia del fallecimiento de Nestor Kirchner. Tenía informaciones sobre su mal estado de salud y luego de la última internación me habían dicho “esta todo tapado”, pero, a pesar de ello, fue muy grande el impacto que me causó la muerte. Debo reconocer que en un principio caí en esa costumbre argentina de sensibilizarme ante la muerte. Nunca fui kirchnerista, es más, debiera reconocerme como todo lo contrario, sin embargo su muerte generó un extraño sentimiento. Lo vi simpático, luchador, entregado y hasta me impacto la cantidad de batallas que dio. Poco a poco ese sentimiento inicial fue mutando a algo más real y sobretodo cuando comencé a ver a sus famosos “militantes”. Ver eso me convenció, o me terminó de convencer sobre cosas que no quiero ver más en mi país.

Me sorprendió primero ver la tribuna del programa 6,7,8 de Canal 7. Era un conglomerado de artistas, filósofos, actores y periodistas de poca monta. Toda gente muy loable y talentosa en lo que hace pero con una notable carencia de conocimiento y formación política y económica. No es un planteo elitista, me gusta que haya participación de muchos sectores pero realmente me sorprende el lugar desde donde opina gente que poco conoce y poco ha estudiado. No digo que yo si sepa, ni que yo, por haber estudiado tenga la verdad, lo que si creo es que si queremos y deseamos ser un país en serio los debates no pueden ser realizados por actores y músicos. Me gusta una sociedad politizada pero, ¿como uno discute con esta gente que habla de retenciones, de inflación, de seguridad jurídica con una liviandad asombrosa?. Me gustaría otro nivel de debate, más profundo, más académico, más real. Debatir sobre si se acordó de los pobres o no, no me parece una discusión válida. Quien puede creer hoy en día que hay alguien que quiere pobres en Argentina. Ni los Kirchner ni nadie quieren que haya pobres en el país, se difieren en los métodos. Me gustaría que el debate sea, por ejemplo, sobre si la asignación universal por hijo es más eficiente para sacar a la gente de la pobreza, que políticas productivas o políticas de generación de inversiones nacionales y extranjeras. No me opongo a la asignación universal por hijo, digo, que se debata eso. No es que uno quiere pobres o es amigo de los militares y de la derecha asesina por pensar distinto como nos quieren hacer creer. O que uno es pro-monopolio o pro-Clarín. Uno quiere lo mismo que ellos, lo único que aplicando recetas diferentes. No digo que tengo razón, digo debatamoslo y no entre artistas sino con profesionales, viendo los pro y los contra, viendo que hizo el mundo, los que lograron desarrollarse. Si tengo 1000 dólares y quiero ayudar a los pobres tengo dos caminos, o compro 1000 bicicletas de 1 dólar y las regalo o pongo un pequeña fábrica en la que puedan trabajar primero 10, después 20, luego 50 y asi sucesivamente. Seguramente el proceso es más lento y no electoralmente viable, pero a largo plazo es más eficiente. Siempre de acuerdo a mi visión obviamente. Ahora bien, si tomo el camino de regalar bicicletas voy a tener 1000 tipos que seguramente me lloren el día que me muera, me lleven flores, me idolatren, digan que soy el primero que se acordó de ellos, porque la otra ayuda es silenciosa, tiene mala prensa. Además, si hay un grupo de amigos que me dicen públicamente, “estas loco, como vas a regalar bicicletas”, serán tildados de fachos, de la derecha recalcitrante y de no ser nacionales y populares. No estoy trazando una analogía con el kirchnerismo pero me gustaría dejar de ver buenos y malos en todos lados, dejar de hacer políticas cortoplacistas y efímeras o duraderas mientras alcanza la plata. Ya perdimos varias oportunidades a lo largo de nuestra historia, no sigamos perdiendo. Todos tienen cosas buenas y malas, hay matices, ni sólo hay que hacer fábricas, ni tampoco sólo hay que regalar bicicletas, la idea central es tratar de imitar a los que les fue bien. Si veo un tipo manejando un Ferrari por la calle me encantaría preguntarle “¿Cómo hiciste??, y tratar de imitarlo, de copiar su ejemplo. No existen los brujos, ni los magos, ni las fórmulas mágicas, tampoco existe ese viejo mito de “la nuestra”. Podemos ser queridos por esta generación, por haber repartido muchas bicicletas, o podemos hacerle un favor enorme a las que vienen generando las condiciones de desarrollo, de crecimiento y de sustentabilidad que nos transformarían en el gran país que podemos ser. Dejemos de ver buenos y malos, derechas e izquierdas. Todos queremos lo mismo y es vivir en un país mejor, más justo y más seguro. Seguramente todos tengamos diferentes maneras y formas de llegar a lo mismo pero que yo piense distinto no me transforma en enemigo ni en una persona detestable. Lo único que demostró la historia es que se repite y que si uno hace lo mismo que una vez fracasó, inexorablemente va a volver a fracasar. Lo dijo Einstein pero no hay que ser un genio para saberlo. Imitemos, copiemos a los que avanzaron más rápido que nosotros, y sobre todo dejemos de comprar espejitos de colores. Dejemos ser carne de cañon de gobernadores oportunistas con discursos hermosos desde la retórica, pero vacíos de contenido. No creamos más en falsos héroes ni en falsos paladines de la justicia social. No existe gobernante que quiera la ruina de su pueblo, si existe improvisación, cortoplacismo y mezquindad. No votemos más ni izquierdas ni derechas, votemos proyectos lógicos de gente bienintencionada y preparada para debatir, para decidir, para consensuar y sobretodo para imitar a quienes ya lo hicieron y les va bien. No nos dividamos más entre zurdos y fachos, entre peronistas y gorilas, entre nacionales y populares y cipayos elitistas. Existen claro las diferencias de pensamiento, de formas y de ideas, pero no de objetivos. Seamos inteligentes, tolerantes y ahí si, cuando nos saquemos los trajes ridículos que nos calzamos, cuando veamos en el otro un igual y no un rival, ahí si podremos disfrutar de un país ordenado, civilizado, seguro, desarrollado y donde estén dadas las condiciones para empezar a vivir, y no, solamente, como hacemos hoy en día. dedicarnos a sobrevivir en él.